domingo, 12 de febrero de 2012

1960 - Los Cuervos, Sierra Chata.





1960 - Los Cuervos, Sierra Chata.

                En 1960, Guschen y Mumfi cumplían 80 y 70 años respectivamente. Decidieron vender su patrimonio en Alemania y repartirlo en partes iguales entre los hijos, los que una vez recibido lo que le correspondía, deberían pagar un interés anual con el que ellos podían vivir en adelante.
                Así Hannes recibe aproximadamente 50 mil marcos. Al final de algunas cavilaciones deciden comprar un campo. La búsqueda se prolongó un tiempo. Hans requirió de asesoramiento de dos hombres de campo con experiencia, uno de ellos Don Carlos Zann.

                Al fin revisan 12.500 hectáreas a 60 kilómetros de Puerto Madryn, bien al Oeste, en las inmediaciones de Sierra Chata. Ese camino, de ripio, conducía a Telsen, Gan Gan, Gastre ...
                Habían tenido dos años de muy buenas lluvias y el campo revisado tenía mucho pasto, la jarilla estaba de un verde hermoso y los tajamares y tanques llenos de agua. Las 2500 ovejas que tenía el campo se veían gordas, lanudas...
                Las opiniones de los asesores fueron divididas y ...  opuestas !
                - Cómprelo Pedro! (Porque a Hans también lo llamaban Pedro)
                - No lo compre Pedro. Ahora está muy lindo pero la zona es mala!
                El campo se compró. A un Sr. Vidal de Trelew. Se llamó Los Cuervos. Porque en el campo había muchos cuervos y porque éste nombre está vinculado al apellido Bertram (althochdeutschen "Rabe").



                - Ahora sí -soñó Hannes- vamos a pasar la vejez tranquilos!
                La tranquilidad duró un año. Hannes dejó su trabajo en Diego Meyer y Cía. y se dedicó a la nueva actividad: la de hombre de campo.
                En la patagonia, salvo campos excepcionales sobre la costa o en la cordillera, las extensiones normales (equivalentes a unas 200 ha. de la pampa húmeda) son de 10 a 15.000 hectáreas. O cuatro a cinco leguas cómo se mide en la zona. Una legua son 2500 hectáreas. Y en cada legua se pueden criar aproximadamente 500 ovejas en años normales. Esto es una oveja cada cinco hectáreas.

                En esos años "podía" vivirse con la lana producida por 2500 ovejas, tal cómo pensaba hacerlo de ahora en más Hans.
                Del mar al campo, Hannes tuvo que aprender mucho de nuevo. Las esquilas, las señaladas, los baños contra la sarna ...
                "Los Cuervos" estaba en una zona de sierras, no muy altas, pero pura piedra. Cerca del casco del campo había un picapedrero llamado Budic, que se dedicaba a cortar lajas. Hannes había adquirido un camioncito Chevrolet 1946, con el que cuando volvía a Puerto Madryn, llevaba 2 a 3 mil kilos de lajas para hacer veredas, con lo que se pagaban algunos gastos.

                Este Budic era todo un personaje. Vivía cómo los trogloditas realmente. La ropa ya no era ropa. Los "zapatos" eran ataduras de bolsas de arpillera. Cuando le crecía demasiado el pelo, lo mojaba con kerosén y le prendía fuego! Cuando se le calentaba la cabeza, tenía un balde de agua preparado donde la metía para apagarlo. Y así se "cortaba" el pelo. Ni qué hablar de la "pieza-cocina" que tenía. Y entre medio de todas sus cosas la dinamita! Porque dinamitaba las sierras para poder empezar a cortar las lajas.
                Un año duró el sueño de Hannes de pasar "la vejez tranquila" viviendo del campo. El agua de lluvia no llegaba. El verde de las jarillas iba tornando a marrón. Los pastos escasos de la patagonia habían desaparecido. El agua de los tajamares se acababa ...
                Y comenzó una sequía que duró casi cinco años. Una sequía tal que durante uno de esos años llovió únicamente 25 milímetros. Cuando lo "normal" eran 250 milímetros.
   
"Los Cuervos" estaba dividido en 4 lotes de 2500 hectáreas cada uno, y uno de 1250 ha. El tamaño normal de los lotes en la patagonia ! Los pozos ya no tenían más agua. Los tanques australianos se vaciaban. Por si fuera poco se acercaba el verano y la zona era extremadamente calurosa. Había que hacer algo ...
                Algo que todo el mundo durante muchos años había hecho y sigue haciendo: acarrear agua de campos que tenían en abundancia. Pedir agua a los vecinos y llevarles agua a las ovejas.

                Hannes compró un tanque de 3 mil litros que fue subido al Chevrolet 46 y comenzó con la odisea del acarreo.
                Buscaba de dos vecinos: de Gallastegui, propietario de "La Blanca" y de Michague dueño de "El Milagro". Eran 4 leguas (20 Km.) de ida y 4 de vuelta. Un montón de tranqueras que había que abrir y cerrar. Se podían hacer como máximo cuatro viajes por día. El agua se descargaba en los tanques australianos.
                En invierno, primavera, otoño, con cuatro a ocho viajes por semana alcanzaba, los que Hannes hacía por lo común los sábados y domingos.
                Pero en verano era necesario viajar de lunes a viernes, 12.000 litros por día, 60.000 litros por semana, para poder descansar los sábados y domingos.

                La sequía duraba más de cualquier previsión. Había que seguir acarreando agua. El camioncito se fue "desinflando". De modo que de noche, después del último viaje, Hannes lo paraba en una loma para que a la mañana siguiente arrancara cuesta abajo. En invierno a veces había que prender fuego debajo del motor para calentarlo antes de largarlo por la cuesta. Y era cuestión que arrancara porque de lo contrario, si se perdía la oportunidad de la bajada, no arrancaba más. Una vez en marcha al pobre Chevrolet no se lo paraba en todo el día.

                Era necesario encontrar agua en el campo. Hannes llevó gente que buscaba agua con las horquetas de sauce, y, algunos, con horquetas de jarilla. Pero en todos los lugares que le indicaron hacer pozos, a determinada profundidad se encontraba con piedra. La piedra, era de pocos centímetros de espesor o había que cavar metros y metros para llegar al agua? Nunca se llegó al agua de modo que siempre tuvo que seguir acarreando.

                Supo de un personaje ruso, que con cables y un generador, colocando polos positivos y negativos a distancias regulares de la fuente, recibía el retorno de las ondas, las analizaba y determinaba exactamente a que profundidad y que clase de agua encontraba (dulce o salada).
                Este ruso se instaló unos quince días en "Los Cuervos". Analizó todo el campo. De noche estudiaba los datos que recolectaba de día. La familia tenía que ayudarle con los cables, el generador y los traslados de un lado a otro.
                El calor de esos días era insoportable. El ruso vivía tomando limonada y todos tenían que exprimir limones para mantenerlo "hidratado". Pero cualquier esfuerzo valía la pena con tal que el personaje encontrara agua.

                Así llegó el día que dio su veredicto:
                - Sr. Bertram, usted tiene agua dulce acá a tres metros, allá a cuatro metros con cincuenta, en éste otro lote a dos ochenta ...
                Cuánta alegría! Renacían las esperanzas. El ruso cobró su trabajo pero pidió dejar todos los elementos en el campo porque viajaba a Comodoro Rivadavía y luego volvía por ellos. Menos mal!
                - Bertram, llegué a tres metros y hay piedra ... ! decía el perforador.
                - Bertram, llegué a cuatro metros con cincuenta y hay piedra ... !
                - Bertram, llegué a dos con ochenta y hay piedra ... !
                El ruso pidió mil disculpas, devolvió el dinero cobrado y explicó que nunca le había ocurrido algo así. A las profundidades que le marcaba agua había ... piedra.
   
 A ésta altura de los acontecimientos los únicos que movían todavía la cola eran los perros. Cómo el Velcha y La Limonada, un perro y una perra excepcionales. Los perros en los campos de la patagonia pueden ser raza "cualquier cosa". Pero tienen la capacidad de saber trabajar con las ovejas. Los lotes son tan grandes que el peón que junta la hacienda necesariamente requiere de los perros que se las busquen. Más en "Los Cuervos" con muchas sierras. Ellos subían, bajaban, corrían para aquí y para allá y traían hasta la oveja, el capón o el borrego más rebelde.

                De noche, pobrecitos, terminaban con las patitas todas lastimadas y se les ponía crema. También sabían trabajar muy bien en los corrales. Además de saber trabajar, sabían obedecer exactamente lo que el peón les indicaba. Si tenían que parar, paraban. Si les mandaba a buscar aquellas ovejas de la izquierda, allá iban. Si uno se tenía que quedar acá y el otro ir allá, eso hacían. Si se tenían que echar, se echaban ...

                Pero el sueño de la vejez tranquila se terminaba. "Los Cuervos" no alimentaba la familia. Por el contrario, había que poner dinero para que siguiera existiendo.
                Así que apareció la oportunidad de un nuevo trabajo y Hannes no lo desaprovechó aunque sabemos de su alergia a los escritorios.

                En 1961 José Valeriano Arraraz lo nombra Gerente de su Distribuidora de Combustibles YPF. Atendían el suministro de naftas, gas-oil y aceites de esa marca en Puerto Madryn, Puerto Pirámides, Telsen, Gan Gan y Sierra Grande.
                Cómo la odisea de "Los Cuervos" seguía, y parte de los sueldos debían cubrir los déficit del campo, finalmente deciden venderlo en 1967.
                Cuando "Los Cuervos" se vendió, los estragos que había causado la sequía y la falta de agua para las ovejas era lamentable: quedaban 500 ovejas de las 2500 iniciales.

                Un triste final para un sueño que toda la familia tenía. Pero estas pesadillas y éstos finales siguen ocurriendo aún. Las sequías prolongadas de la patagonia y los bajos precios de la lana, siguen desalentando a miles de productores laneros, que durante muchos ejercicios no cubren sus costos. Y cómo no se trata de un problema de eficiencia en muchos casos, sino un caso generalizado de costo-beneficio, es casi imposible vender un campo.

                Por lo que la historia "Bertram-Los Cuervos", aunque malograda, todavía tuvo un final, que si bien era inesperado y triste, todavía lo fue con cierta dosis de suerte, porque al menos "Los Cuervos" pudo venderse, y con parte del resultado, dos años más tarde, Frieda y Hans compraron la casa-quinta de El Bolsón que tantas satisfacciones, buenos momentos y mejores amigos les permitió compartir.


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