domingo, 19 de febrero de 2012

Porto Alegre, 30 de octubre de 1935


  

Porto Alegre, 30 de octubre de 1935.

                El pequeño vapor hacía las maniobras para atracar. Hans Christian observaba críticamente si el Capitan las efectuaba correctamente.
                Habían zarpado de Rio Grande Do Sul al atardecer del día anterior, bordearon la  Ilha dos Marinheiros dejando a su derecha Sáo José do Norte. Anochecía cuando comenzaron a navegar por la Lagoa dos Patos lo que les llevó toda la noche y aclaraba cuando entraron en el Rio Guaiba. Al fin estaban por atracar.
                Mucha gente apiñada en el muelle. Gente por cierto distinta a la que él conocía de Alemania. Negros, mulatos, rubios, blancos ... toda la gama. Gritos ofreciendo baratijas. Un idioma que no entendía. Un olor muy particular. Un puerto distinto a los que él conocía: húmedo, calor, pesado. Pero le caía simpático el colorido, la gente en pantalones cortos, descalzos algunos.

                Finalmente la maniobra terminó, gritos más, gritos menos. Colocaron la planchada y el Capitán dio la autorización para desembarcar. Aduana no necesitaba porque había hecho los trámites en Rio Grande, y allí había hecho su ingreso a Brasil.
                Comenzaba el desafío! Un país enorme. Un futuro incierto. Y ésta señorita que había conocido a bordo del Monte Pascual ... (?) En qué quedaría ésta cuestión no lo sabía pero al fin había prometido escribir y lo haría.
                - Buenos días Herr Bertram - saludó el Gerente, un brasilero jubilado que lo esperaba.
                - Buenos días.
                - Espero que Puerto Alegre y el Brasil le agraden y por supuesto el trabajo. Le tengo reservado pieza en un Hotel.

                Así empezaron las cosas. Hans Christian comenzó a trabajar al día siguiente en "Unión de Ferros", empresa que disponía de un depósito de hierros y herramientas. La firma se manejaba con  viajantes que a su vez vendían la mercadería por localidades del Sur de Brasil.
                Si bien Hans Christian había estudiado algo de castellano en Hamburgo, no dominaba el portugués.
                - Sr. Bertram, hasta que Ud. sepa el portugués, su trabajo será vender y atender el público, así estará obligado a hablarlo y entenderlo.
                Hasta aquí las cosas eran más o menos normales. Lo que no era normal finalmente fue el sueldo que le esperaría a fines de mes. El Gerente sostenía que a quién Hannes reemplazaba había vivido muy bien con lo que ganaba, de modo que no veía motivo para que él ganara mayor sueldo.       La primera consecuencia fue que Hannes tuvo que dejar el Hotel e ir a vivir a una pensión que fuera más económica.

                Las noches solitarias y los fines de semana los ocupaba Hannes en tomar algo con sus amigos o remar en el Rio Guaiba. Se había asociado al Club de Remos, lo que realmente hacía con gusto y éxito: integraba un 8, con el que ganaron el Campeonato Brasilero de 1936. Hannes era el remero número 2 del equipo.
                A principios de 1937 el tema de su salario se había convertido en insoportable. No alcanzaba y no había ningún indicio de que las cosas mejoraran. De modo que decidió escribir a Sclubach Thiemer y plantear claramente ésta cuestión. Recibió pronta respuesta:
                "Herr Bertram, viaje a Hamburgo para tratar su futuro".
                Junio de 1937 llega a Hamburgo nuevamente. Gran alegría de la familia que volvía a encontrarse y ver a su hijo.

                Pero 1937 eran años en los que Alemania - solapadamente - se preparaba para la guerra. Así  fue convocado por la Marina que buscaba gente con experiencia marina, para ir formando las escuelas de marinos.
                 Lo embarcaron tres meses en el Sclheswig Holstein, buque de guerra, con el que recorrieron todas las costas de Noruega. Se convirtió en Oficial de Reserva de la Marina del Reich, cuestión que más adelante le costara años de campo de concentración.
                En Sclubach fue muy bien recibido y comprendido. Eran años que se exportaba mucho y en Brasil se compraba de todo. Sclubach Thiemer le otorga entonces poderes para formar una Importadora-Exportadora en Puerto Alegre, para lo cual la firma le enviaría en consignación mercaderías cómo herramientas, motores, etc. y Hannes exportaría de Brasil a Alemania especialmente cereales y expellers de lino.

                Sin embargo Sclubach le sugiere viajar a Estados Unidos a los efectos de conseguir alguna otra representación.
                Milagrosamente su pasaje por la Marina no lo comprometió y, cuando todo el mundo una vez convocado debía seguir en servicio, su solicitud de viajar a Puerto Alegre  fue aceptada.
                Así regresa a Brasil, previo paso por Nueva York y Filadelfia, a fines de 1937, en el buque "Brehmen". Estuvo solo 15 días en los que finalmente no consigue ninguna representación de importancia. Sus finanzas eran más que escasas, de modo que se reembarca a Puerto Alegre en el buque "Alianza".

                El mar estaba calmo y el viaje era tranquilo. Lo que no lo tenía en paz era Frieda. Hacía más de dos años que la había conocido en el Monte Pascual, se habían escrito mucho, pero su situación económica no le había permitido - ni por ahora se lo permitiría - ir a Buenos Aires a visitarla y verla. Realmente las cosas no venían bien y sus deseos eran mayores a sus posibilidades.
                Sin embargo el "Alianza" como verán hizo gala y honor a su nombre. Llegaron a Rio de Janeiro una hermosa tarde.

                     Ese matrimonio sueco que había conocido en la navegación hasta Rio se le acercó:
                - Herr Bertram, usted que habla tan bien el portugués, no nos acompañaría a pasear por Rio y al Casino?
                Así entró, por primera y última vez a un casino.
                - Va a jugar Ud. Herr Bertram?
                Mal quedaba decir que no. Pensó que sus pocos ahorros, que ni le permitían ir a Buenos Aires, ahora los perdería por completo. Pero, en fin ... qué era lo más fácil de jugar ? Colores!
                - Ponga todo a colorado.
                Suspenso para Hans, misericordia de los suecos, suficiencia del grupí.
                - Colorado!
                - Juega?
                - Ponga todo a colorado.
                - Colorado!
                - Qué juega Sr.?
                - Ponga todo a colorado.
                - Colorado!
                Tres veces colorado. Qué hacer? No supo porqué, pero ...
                - Siga poniendo todo a colorado.
                - Colorado!
                - Siga igual, todo a colorado!
                - Todo Sr.?
                - Si, todo.
                La rueda giraba. El grupí había perdido parte de la suficiencia y el matrimonio sueco había dejado de jugar. Hans no sabía lo que estaba haciendo. Era una mezcla de inocencia y bronca por no tener con que ir a ver a Frieda.
                   - Colorado!
                - Otra vez a colorado!
                El grupí consultó discretamente con un superior. Aparentemente lo tranquilizaron, porque recobró algo de la suficiencia e hizo girar de nuevo la rueda. El público aumentaba y los suecos se acercaron a Hans:
                - Sr. Bertram, si Ud. gana ahora por favor no vuelva a apostar a colorado!
                - Colorado!
                - Sr. lleva Ud. ganado seis veces a colorado. Sigue apostando?
                - Si. Todo de nuevo a colorado.
                - Colorado!
                - Otra vez todo a colorado.
                Ya Hans había entablado una lucha, para su carácter, para su forma de ser, para las expectativas del montón de gente que se había arrimado a la mesa, casi sin retorno. Ni pensó  que no podía ser que siga saliendo, pero había entrado casi sin dinero y podría volver a salir igual. Pero si ganaba ésta vez, podía ir a Buenos Aires a ver su caramelo. Y si no ... ! ?
                - ... COLORADO ... !
                - Sr.?
                - Todo a colorado de nuevo!
                El grupí volvió a pedir autorización. Ya su cara de circunspecto lo traicionaba. Y su esperanza de que alguna vez tenía que salir negro le volvía el aire que había perdido. Las probabilidades de que volviera a salir colorado eran de un 50 %. El grupí sabía muy bien esto. Cada vez que había hecho girar la bola, éste jugador tenía tantas posibilidades de perder cómo de ganar. Y hasta ahora había ganado. Pero nunca se había dado de que tantas veces saliera el mismo color. Recordaba de tres o cuatro veces. Pero nunca de ocho. Y menos aún de nueve veces cómo intentaba repetir éste cliente. Lo más probable era que finalmente el Casino recuperara todo de nuevo... !
                - Herr Bertram, no juegue otra vez. Lo va a perder todo! Intentaban frenarlo los suecos, sin saber exactamente que estaban ante un hamburgués tan cabezadura que ya no medía el riesgo de perder todo.
                La bola comenzó a girar nuevamente. El público era inmensamente numeroso. Las caras se dividían entre los que anhelaban que volviera a salir colorado, y los que sin ninguna duda "sabían" que iba a salir negro. Entre ellos el grupí.
                La rueda comenzó a perder velocidad, la bola subía y bajaba en cada vuelta pronto a caer en algún casillero. El suspenso era mayúsculo. El primero en ponerse pálido fue el grupí:
                - CO-LO-RA-DO !!!!!!
                Una ovación. Los suecos lo abrazaron a Hans y le rogaban que dejara de jugar.
                - Sr. - interrumpió el grupí- mi superior me ha indicado que si Ud. ganaba ésta novena vez, y por el monto que ha acumulado, debe retirarse y no le puedo tomar más apuestas.
                - Muy bien entonces, me retiro. Y Hans juntó la inmensidad de fichas para ir a canjearlas. Fichas que vaya a saber porqué milagro le devolvieron las esperanzas, le permitirían viajar a Bs. As., a alquilar una casa en Puerto Alegre, y ... hasta comprarse un vehículo !
                Qué hubiera pasado si volvía a apostar todo de nuevo? Decidió ver por supuesto la siguiente jugada antes de cambiar las fichas. La rueda giraba, y al fin, todos seguían estando alrededor de la mesa. Porque "todos" querían saber que hubiera pasado.
                - NEGRO !!!!
                Milagro?! Destino? Nació la familia Bertram-Grimm en éste Casino? La pequeña fortuna ganada le permitía a Hans hacer y comprar cosas que ni había pensado unas horas antes. Llegaría a Puerto Alegre y tomaría el primer buque a Buenos Aires!


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