martes, 14 de febrero de 2012

Porto Alegre, octubre 1944 a septiembre 1945: la libertad.

  
Porto Alegre, octubre 1944 a septiembre 1945: la libertad.

                Lo primero que hizo Hannes luego de que Julio Texeira le prestara un traje, fue ir al correo :
                "Mi querida:
                Ayer recobré libertad. Te avisaré que hago. No vengas porque no tengo dinero. Estoy bien. Cariños Hannes."

                Gran alegría en Argentina. Pero Frieda no era de quedarse quieta. Tomó el primer Junker que partía a Puerto Alegre y con los dos chicos voló a su encuentro. Sabía muy bien que en Puerto Alegre había cuentas para cobrar y ella lo haría!
                El reencuentro fue fantástico. Increíble que todos volvieran a estar juntos. La familia, Pedro y Doris !
                Alquilaron una casita en Alto Hamburgo, y toda la colonia alemana del lugar les ayudó a amueblarla y acomodarla. Pero la guerra continuaba y Hans debía presentarse todas las semanas a la policía.
                Lo más importante, que la familia estuviera junta, se había conseguido. Pero ahora el tema era vivir, comer, trabajar ...
                Y habían quedado deudas pendientes. El ex socio de Hannes, David Herlein, brasilero de origen alemán, tenía una.

                Hannes no estaba en condiciones ni psíquicas, ni físicas, ni anímicas de ir a cobrar una deuda a un ex socio, que naturalmente debería haberla pagado. Pero Frieda era de hierro! Así que una buena mañana se presentó en su escritorio:
                - David, vengo a cobrar la deuda que tienes con Hans.
                - Pero Frieda, yo no le he pagado porque las cosas no van bien. No puedo pagarle.
                - Mira David: Hans salió vivo del campo de concentración por un milagro de Dios. En todo éste tiempo tu no te has ocupado de él y por si fuera poco le debes la mitad de la mercadería. Así que me parece poco elegante que ahora todavía digas que no puedes pagarle.
                - Es que es la verdad. No puedo.
                - Bueno, muy bien. Yo aquí donde me ve usted  sentada no me pienso mover ni en un día, ni en una semana, ni en un mes, ni en un año, hasta que vos me pagues lo que le debes a Hans. Que te quede claro!
                - Te puedes quedar toda la vida porque no tengo!
                Eran las diez de la mañana y la empleada miraba azorada la escena. David Herlein siguió trabajando en su escritorio ignorando la presencia de Frieda que inmutable estaba sentada con el propósito de cumplir con su promesa y cobrar la deuda.
                A las once y media David le grita:
                - Porque no se va. No tengo para pagarle.
                Ya no la tuteaba.
                - No me pienso ir hasta que no cobre!
                - Haga lo que quiera.
                A las doce del mediodía la empleada se retiró. David Herlein siguió trabajando cómo si tal cosa, pero el reloj avanzaba. Doce y cuarto, doce y media ...
                - Señora - ya no era Frieda - hágame el favor de retirarse!
                - Ni lo sueñe. Si quiere váyase usted. Yo me pienso quedar aquí sentada hasta que me pague lo que debe.
                Finalmente ganó Frieda. Su táctica funcionó a las mil maravillas. El ex socio hizo los cálculos, con los que estuvo de acuerdo Frieda, sacó dinero de un cajón, y, de muy mala gana pagó.
                - Hannes ! Le cobré a tu ex socio ! Ahora le tengo que ir a cobrar a Alagio.

                Alagio era un deudor del interior, dueño de una firma muy importante, al que Hans no había logrado cobrarle porque lo habían llevado preso.
                Así Frieda viajó.
                - Sr. Alagio, vengo en nombre de mi esposo, que recientemente fue liberado del campo de concentración, porque usted tiene una deuda con él. Hans no está en condiciones de viajar porque salió en muy mal estado del campo de concentración, de modo que vine yo.
                - Es verdad  señora. Yo tengo una deuda con su marido, que obviamente no pude pagar por perder todo contacto con él. Pero ya mismo le indicaré a mi secretario que haga el cheque para que usted pueda cobrar la deuda.
                Dos caras. Dos gestos. Dos actitudes distintas. Una la del oportunista, el ex socio, intentando sacar provecho de la desgracia ajena. La otra la ética, la palabra que vale, el peso de la verdad sobre una deuda, y la obligación  moral de cumplir.

                Así fueron capeando el oleaje de los primeros tiempos. Mientras tanto Hans se recobraba físicamente engordando unos kilos y comenzaba su actividad mercantil nuevamente.
                Empezó vendiendo sierras sinfines por Alto Hamburgo. Siguió con los motores. Muchos de los que habían comprado motores no los precisaban más. Se ocupó de vender éstos motores usados.
                Mayo de 1945 termina la guerra. Pero no terminaban las secuelas. Las cosas en Brasil no funcionaban bien para la familia, y en Argentina los hermanos y los padres de Frieda insistían en que salieran del país porque podría volver a ocurrir algún día otra cosa parecida.

                Entonces deciden vender todo y el poco dinero que juntaban lo canjeaban por alhajas. Probarían en Argentina, donde Rodolfo le daría trabajo en Buenos Aires a Hannes.
                Pero Hannes no podía moverse de Brasil. No tenía documentación y menos pasaporte.
                En julio de 1945 viajó Frieda, Peter y Doris a Buenos Aires. Viajaron en avión. Los chicos tenían tos convulsa. Onkel Rudi había ido a buscarlos y viajó por tren a Buenos Aires, vía Uruguayana con los pocos cachivaches que aún les quedaban. Dejaron para siempre el Brasil.

                En Buenos Aires, la familia era muy amiga de Ignacio Farrell, hermano del Presidente de la Nación Hedelmiro J. Farrell, quién ofició de gestor ante el Ministerio de Relaciones Exteriores de la Argentina, y éste ante el Ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, a los efectos de solucionar el problema de documentación de Hans Christian Bertram.
                Así llegaron a un acuerdo por el cual el Gobierno de Brasil para éste tipo de situación emitiría pasaportes válidos por una sola vez, para la salida del país, y Hans recibió el pasaporte número uno.

                En septiembre de 1945 Hans Christan Bertram deja también definitivamente un País que durante 10 años lo había tratado bien y mal, le había dado alegrías y tristezas, glorias (cómo aquel campeonato nacional de remo que ganaron en un 8) y castigos, un país en el que había intentado forjar un futuro, formar una familia, criar sus hijos, y al que al fin había llegado sin nada y hoy se iba sin nada.
                La guerra no sólo había castigado a Alemania, a sus habitantes, a su familia de la que nada supo durante tanto tiempo, sino a él también. A él, a Frieda, a Peter, a Doris, a Oma y Opa, a Guschen y Mumfi, a los hermanos y hermanas ... que tanto sufrieron por ellos en ésta dura travesía.


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