jueves, 16 de febrero de 2012

Mayo 1942 - Septiembre 1944: el campo de concentración.




  
Mayo 1942-Septiembre 1944: El campo de concentración.

                La tarde era hermosa, serena, apacible. Frieda estaba preparando la cena. Pedro y Doris jugaban en el pequeño jardín bajo la atenta mirada de su madre. Así fue cómo de mirarlos por la ventana ve aquel  policía que abre el portoncito.
                - Sra. Bertram?
                - Si?!
                - Buscamos a su esposo, donde está?
                - El se encuentra trabajando.
                - Bueno señora, tome los niños y siéntese en el living hasta que él venga. Mientras tanto nosotros tenemos orden de requisar la casa.
                - Qué es lo que van a hacer?!
                - Señora, lo mejor que usted puede hacer de ahora en más en sentarse con sus hijos y callarse la boca.
                Arrimaron un camioncito a la vereda y comenzaron a cargar de todo: libros alemanes, álbumes de fotografías, correspondencia, la radio, la máquina de escribir ...
                - Señor policía ...
                - Señora, le hemos dicho que se callara la boca.
                Seguían requisando y revolviendo todo. Frieda insistió:
                - Señor policía mis hijos tienen que tomar la leche! Con bronca alcanzó a terminar de decirlo antes de que le interrumpieran y volvieran a repetirle que no podía hablar.
                Así que el que dirigía éste operativo se dirigió a un subalterno:
                - Acompañe la señora y los chicos a la cocina. Después que les dé la leche señora, puede dejarlos en el jardín de nuevo ... si quiere.

                Ya era tarde cuando llegó Hans, y tomando a Pedro en brazos entró a la casa.
                - Sr. Bertram?
                - Si, soy yo.
                - Entregue el niño a su señora y acompáñenos.
                - Me puede explicar porqué?
                - Señor, tenemos orden de llevarlo y no de explicar nada. Despídase y vamos!
                Así comenzó la odisea del prisionero de guerra Hans Christian Bertram. Mientras tanto el barrio se había alborotado. Pronto llegó la vecina Mimí Texeira, esposa de abogado, que había notado la situación anormal.
                - Frieda, lo deben haber llevado a Hans por ser alemán y Brasil les declaró la guerra.
                - Sí Mimí, pero yo soy argentina y los niños son brasileros y vivimos aquí ... !
                - Bueno Frieda, tranquila, vamos a esperar que vuelva Julio y veremos que podemos hacer. Por lo pronto vas a venir conmigo y los chicos a casa para que no estés sola, y te quedarás a comer y dormir con nosotros.

                Al día siguiente Julio Texeira - abogado- fue a ver al Jefe de Policía para intentar aclarar la situación. Regresó con malas noticias.
                - Frieda, lamentablemente el Jefe de Policía me informa que los alemanes están siendo detenidos y no van a recobrar su libertad hasta que termine la guerra. Y lo más triste aún Frieda es que le confiscarán todo lo que aún le queda. Yo le aconsejo, porque Ud. es argentina y los niños brasileros y a Uds. no los tocarán, que viaje a su País hasta que esto se aclare.
                 - Pero y Hans, qué va a ser de él sólo y preso?
                - Bueno Frieda... debe pensar con serenidad: a Hans no lo van a dejar libre por el momento. Y mi punto de vista es que tome distancia para que los niños y usted estén tranquilos. Nunca sabemos que puede pasar más adelante con el ánimo de la gente y todos saben que ustedes son alemanes. Tiene usted alguien en Buenos Aires que pueda ayudarle?
                - Si, yo puedo hablar con mis hermanos.
                - Yo le sugiero que lo haga.
                Así viajó a Puerto Alegre Onkel Rudi, Rodolfo, para ayudarle a Frieda y los niños a regresar a Argentina. Pero necesitaban la autorización de Hans para que Pedro y Doris pudieran salir del país, de modo que le requirieron por escrito el permiso, pero no le permitieron ni ver ni hablar con su esposa y sus hijos. Tuvo sí el consuelo de ver que Rodolfo estaba con su esposa y se tranquilizó de que alguien se estaba ocupando de la familia.

                - Sr. Bertram, debe explicarnos cuál fue su actividad en favor del gobierno alemán!?
                - Mire, yo no tuve ninguna vinculación con el gobierno. Yo solamente he comerciado.
                - Oh! sí, sí. Todos dicen lo mismo. Mire, yo creo que ahorraríamos sudor y lágrimas si usted habla claro y rápido, nos cuenta su actividad real y lo dejamos tranquilo.
                - Vuelvo a repetirle que yo simplemente soy comerciante, me he casado, tengo dos hijos nacidos en Brasil y no tengo absolutamente nada que ver con la guerra, ni con Hitler, ni con el Reich, ni con nada.
                - Mire usted ... ! Aquí nuestra información es que usted es Oficial de la Reserva de la Marina Alemana! Qué me cuenta!
                - Bueno, esto es cierto. Lo que ocurre es que el gobierno alemán me obligó a navegar por períodos de tres meses, nos titulaban oficiales de la reserva, pero me permitió volver al Brasil, antes de la guerra, de modo que no tengo nada que ver.
                - Es que nosotros no pensamos lo mismo. Y usted sabe muy bien que tenemos razón!
                - Mire ustedes no tienen razón. Yo lo único que he hecho es comercio.
                - No nos haga enojar Bertram! Tenemos pruebas suficientes de que usted es un espía alemán. Así que haga el favor de simplificar las cosas y cuente.
                El interrogatorio siguió hasta altas horas de la madrugada, primero en el cuartel de policía de Puerto Alegre, y después en la cárcel, donde fue trasladado, sobre la Avenida Maua, hoy inexistente.
                - Sr. Bertram, en Rio de Janeiro hemos atrapado un alemán con una libreta con 100 nombres de alemanes que trabajaban en Brasil cómo espías. Entre esos 100 nombres está el suyo. Así que hable.
                - Miren yo no sé de donde estoy en una libreta, ni quién es el que me escribió en la misma. Lo único que puedo decirles es que no tengo nada que ver. Yo solo soy comerciante.
                - Era, porque usted no va a salir hasta que esto se aclare o hasta que Alemania pierda la guerra.
                Así es cómo Hans Christian Bertram se convirtió en prisionero de guerra, derivado a la cárcel de Puerto Alegre, por ser alemán y figurar en una libreta cómo colaborador del gobierno alemán, libreta que nunca supo porqué lo contenía. Cómo al fin no podía inventar, y la realidad era que el no tenía conocimiento  de la libreta ni del autor, fue permanentemente hostigado y obligado a abrir y cerrar los puños cómo castigo, maldito ejercicio que a los pocos minutos de hacerlo le dejaba los músculos del brazo duros y acalambrados, por lo que no podía seguir y era motivo de más castigos.

Los días pasaban, el calor en la cárcel era infernal, y lo peor es que el agua de la Lagoa de los Patos entraba en las celdas. La humedad y el calor los volvía locos
                Sin embargo la sequía en el Estado de Rio Grande do Sul era intensa. La falta de lluvia impedía regar adecuadamente los arrozales y comprometían seriamente la cosecha. Y el arroz en Brasil es el pan en la Argentina.
                - Despiértese Bertram!! lo sacudió el carcelero. Venga conmigo que el Director de la Cárcel quiere verlo.
                Cómo cambiaban los días. Hace poco era un empresario más o menos exitoso de Puerto Alegre, con una hermosa familia, con dos hijos, casa, muebles, vehículo ... Ahora era un preso, traspirado, sucio, sin ropa para cambiarse ...
                - Bertram, tenemos entendido que usted ha importado motores para bombear agua en los arrozales. Esto es así?
                - Si.
                - Bien, mire, necesitamos enviarlo a la zona de Pantano Grande, al oeste, porque falta agua en el caudal de río y hay que bombear. Pero nadie entiende los motores. Así que usted los hará marchar.
                En el arrozal Hans Christian recobró parte de su dignidad. Al menos comenzó a realizar un trabajo útil. Tenía además tres presos comunes -negros- a su disposición para meter leña y que las calderas funcionaran.

                Así transcurrían los días, con calderas móviles, que trasladaban de un punto a otro del río y salvo algún incidente de calderas que a veces explotaban por exceso de presión, el calor y la humedad de la zona y la poca amistad de los negros, fue sobrellevando ésta etapa. Por sobre todo las calderas estaban lejos de los dormitorios y eso le imaginaba estar más libre!
                - Bertram -un buen día fue convocado- debemos mandarlo a Rio de Janeiro. El proceso contra los 100 espías alemanes va a comenzar.

                Así partió. El viaje era en tren. Con dos guardias que lo custodiaban. Trenes a vapor, cuyo combustible era leña de eucaliptos, leña que provocaba un chisperío infernal por la chimenea, y que les impedía abrir las ventanas, porque entraban todas las chispas y les quemaban. Y con las ventanas cerradas el calor era insoportable.
                Tres días de viaje. Porto Alegre, Florianópolis, Curitiba, Sao Paulo y al fin Rio. El proceso fue corto. Los 100 espías finalmente no eran espías. Pero la guerra seguía y eran prisioneros de guerra. Fueron condenados a permanecer en tal condición hasta que finalizara la guerra en la Ilha Grande.

                La Isla Grande, frente a Angra dos Reis, unos 150 km. al sur de Rio y a unos 15 Km. de la costa, era al fin un lugar del que no podrían escapar, pero tuvieron la posibilidad de sentirse un poco más libres.
                La colonia de presos se organizó: todas tareas para sobrevivir lo más ordenadamente posible, casi todos trabajos para sí mismos. Unos lavaban la ropa, otros planchaban, otros cocinaban, algunos hacían quinta y cosechaban verduras, otros recolectaban bananas, unos pescaban ...
                Pero no todo era color de rosas. Perdían kilos de peso. El alimento era escaso y además de las actividades propias tuvieron que construir un muelle. La condición humana, muchas veces desgraciada, afloró en muchos. A veces recibían paquetes de comida de las familias. Hans nunca porque no tenía más familia en Brasil. Pero los que recibían comida no la compartían ...
                Hans fue siempre un buen jugador de ajedrez. Aprendió el juego en la Ilha Grande. Era el entretenimiento de casi todos.

 Y así, perdiendo kilos pero aún soñando, fue pasando el tiempo hasta que en septiembre de 1944  fue conducido con custodia de dos policías, en tren, a Puerto Alegre, gracias a las gestiones de su ex vecino y abogado, Julio Texeira, en un viaje de tres días nuevamente, donde ante el Jefe de Policía le fue notificada su liberación :
                - Sr. Bertram, tenemos el agrado de informarle que está libre, venga usted mañana por la mañana que le daremos un certificado de que es "persona grata para el Brasil". Deberá sí señor Bertram presentarse todas las semanas en la policía para saber que usted sigue estando en Brasil, y por supuesto tiene prohibido hablar el alemán : el idioma del Brasil es el portugués.


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